Era 1996 cuando Francisco Riberas plantaba 300.000 olivos en
la finca “La Ventilla”, situada en la localidad toledana de Carpio del
Tajo. Por entonces los españoles
depositaban su confianza en José María Aznar como Presidente del Gobierno.
Meses después, en Atlanta, se celebraba la vigesimosexta edición de los Juegos
Olímpicos. En Inglaterra, el Príncipe Carlos y la Princesa Diana anunciaban su
divorcio. Dieciséis años más tarde la derecha ha vuelto al poder tras dos
legislaturas en la Moncloa y dos en la oposición. Londres albergará la
trigésima edición del evento deportivo de mayor calado a nivel Mundial. Y en
esa misma ciudad el mayor de los hijos de la Reina Isabel convive con Camila
Parker Bowles, su segunda mujer, a la espera de acceder algún día al trono. Aquellas
olivas manchegas producen ahora aceite.
Riberas ya no vive para contarlo pero sí aquellos que han
seguido con su sueño convirtiéndolo en realidad. Una realidad que probablemente
supere todo lo imaginado por el ideólogo teniendo en cuenta que el producto es
hoy uno de los punteros entre los de su género si se atiende a los prestigiosos
premios recogidos desde Los Ángeles hasta China.
En poco tiempo “Casas de Hualdo” ha sabido encontrar su
sitio en un mercado muy competitivo mediante el uso de sus mejores armas: Un
trabajo meticuloso y el empleo de la tecnología al servicio de algo tan
tradicional como la fabricación de oro líquido. Todo comienza con la recogida
de la aceituna directamente de las ramas y su rápido sometimiento al molturado
–el proceso por el cual se muele el fruto- evitando la fermentación y
obteniendo en la almazara ese alma que,
tras centrifugarse, viaja por tuberías rumbo a unos mastodónticos recipientes
de acero donde se almacena antes del envasado y su posterior venta.
Decirlo suena sencillo, hacerlo no tanto. Más si se tiene en
cuenta que todo está pensado para que cada una de las cuatro variedades que se
cultivan en la finca tenga su propio lugar dentro de una extensión de más de
300 hectáreas, adaptándose a una topografía que abarca desde los 400 a los 600
metros de altitud.
“Estudiamos las parcelas para ver cuáles son las más
propicias para cada tipo de aceituna. Además cuidamos la recogida pensando en
el futuro. Hay que tener en cuenta las cosechas de los años posteriores, en qué
partes del árbol crecerán los frutos que vienen después”, explica Jesús
Corcuera, director de la almazara.
Es gracias a todo ello que la arbequina adquiere unos
marcados aromas a tomate o alcachofa, que la picual y la manzanilla se adaptan
bien a las tierras manchegas a pesar de su origen andaluz y extremeño
respectivamente, o que se puede difundir el nombre de la cornicabra (única
variedad amparada por la Denominación de Origen de Montes de Toledo) de puertas
afuera. Además, valorando lo positivo de los resultados, se han animado a crear
el llamado “Reserva de familia”, una mezcla de todas ellas donde han depositado
muchas esperanzas.
En tiempos de crisis en lo que todo parece ir mal y
donde no se divisa la luz al final del túnel, es bueno saber que hay empresas
españolas que logran salir adelante con un producto autóctono cada vez más
reconocido a nivel mundial. Y es que las penas, con aceite, son menos penas.